
Segundo domingo de cuaresma, camino hacia la Pascua. El domingo pasado Jesús fue tentado dada su condición humana, fruto de la encarnación. Tomó las tentaciones de la humanidad para enseñarnos a vencer. En este domingo, san Lucas nos ofrece el relato de la transfiguración del Señor. Lo primero de todo es que Jesús sube acompañado de tres discípulos a la montaña para orar. Es en el momento de la oración cuando tiene lugar esa transfiguración, ese resplandor. La oración cambia el rostro, cambia la cara, cambia la vida. San Lucas siempre nos recuerda la importancia de la oración en la vida de Jesús. Ora al atardecer, en la noche, en la madrugada. Es en la oración en la montaña cuando se manifiesta la gloria.
Aparecen con Jesús en la montaña dos personajes centrales del Antiguo Testamento: Moisés y Elías. Moisés también subió a la montaña y Dios le habló. Moisés representa la ley y la alianza. Elías, el profeta que defendió la religión de Israel haciendo frente a los ídolos cananeos. Hablaban con Jesús de su éxodo, de la subida al Padre después de pasar por la muerte. Toda la ley y los profetas hablan del Mesías y convergen en él.
Los envuelve la nube, la presencia de Dios. La nube que estuvo presente en el Sinaí. La nube que acompañó al pueblo de Israel en su éxodo hacia la tierra prometida. Ojalá nosotros nos dejáramos envolver por la nube, por la presencia de Dios. En él nos movemos y existimos, no lo olvidemos. Él nos rodea con su amor y ternura. Él nos acompaña también en nuestro camino, en nuestro éxodo. Ahí se escucha la voz del Padre, como en el bautismo: Este es mi hijo amado, escuchadle. Para escuchar a Dios hay que dejarse atrapar por la nube, hay que subir a la montaña, hay que orar. Este es el camino cuaresmal, buscar el encuentro con Dios en la oración que transforma nuestra vida, escuchar su voz en el silencio y en la interioridad. La oración no nos aleja de la vida, del camino de cada día, sino que nos hace ver la luz y es capaz de cambiar la existencia e iluminar el sufrimiento y el dolor. Jesús nos invita cada domingo al encuentro con él en la Eucaristía y a descubrir que la cruz es el camino para la gloria. Continuemos el camino de la cuaresma como peregrinos en la esperanza. Feliz y bendecido domingo.
Fr. Jacinto Anaya, oar