Una voz en el desierto – Domingo II de Adviento

Segundo domingo de Adviento. Aparece la figura de Juan el Bautista, en el desierto de Judea. No aparece ni en el templo, ni en Jerusalén. Dirá Jesús que es el más grande de los nacidos de mujer. Aparece en el desierto, lugar de encuentros, de purificación, lugar de prueba. Acude la gente a confesar sus pecados y a recibir un bautismo de purificación. Se escucha su voz: “arrepentíos, porque está cerca el reino de Dios”. Hay una razón para el arrepentimiento: la cercanía del reinado de Dios. El Mesías está para llegar, es necesaria una conversión. No es suficiente con pensar que son hijos de Abrahán, hay que dar frutos de buenas obras. La conversión consiste en volver a Dios, en volver a poner el centro de la vida en Dios. La conversión es cambiar la mente y el corazón, pero exige frutos. Ya es el tiempo, no hay que esperar. Juan lanza una amenaza: el hacha está lista para cortar el árbol; en la era, el bieldo separará el trigo de la paja.

Hoy vuelve a sonar la voz de Juan el Bautista en nuestro mundo. Vuelve a decirnos que hay que preparar caminos, que hay que volver a Dios, que no podemos ser paja que arrebata el viento, sino trigo que alimenta. Parece que también ahora estamos en el desierto, en la tierra árida, en un mundo cada día más alejado de Dios. Es la verdad, no exagero. No es suficiente decir que yo soy cristiano o estoy bautizado. Hay que demostrarlo en el día a día dando frutos buenos, purificados por el fuego del Espíritu. Las palabras de Juan el Bautista son claras y duras. Una voz que no se debe apagar para que después podamos escuchar la Palabra, el Dios hecho hombre. Hoy pedimos al Señor que volvamos a estuchar las exigencias de la voz de Juan el Bautista en los desiertos del mundo y en el desierto de nuestra vida. Abrir caminos, preparar los corazones, volver a Dios y escuchar al Hijo de Dios, la Palabra hecha carne en Navidad. Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el tiempo de la salvación. Feliz y bendecido domingo de Adviento. Ven, Señor Jesús.

Fr. Jacinto Anaya, oar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio