Los mandamientos más importantes – Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

El domingo pasado dejábamos a Bartimeo siguiendo a Jesús hasta Jerusalén. Es en esta ciudad donde tiene lugar la escena del evangelio de este domingo. Un escriba se acerca a Jesús para preguntarle qué mandamiento es el primero de todos. Los escribas eran los especialistas en la ley de Moisés. Eran hombres que aprendían de memoria el Pentateuco y las enseñanzas de los rabinos. En la ley se encontraban 613 mandamientos, unos más difíciles de cumplir que otros. Pero todos eran importantes. No es difícil pensar que entre tantos mandamientos era fácil perder de vista cuál era el principal. Se acerca este personaje a Jesús para hacerle la pregunta y Jesús responde con el mandato que todos conocían: Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Los israelitas lo recitaban al comienzo y al final del día. Pero Jesús añade el segundo mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Quiere esto decir que Jesús une los dos mandamientos en uno solo. Los dos mandamientos deben estar unidos. Esta es la novedad de Jesús, unir el amor a Dios y el amor al prójimo.

“Escucha, Israel”. Así empieza el mandamiento. Escuchar, darse cuenta, prestar atención: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor. ¡Qué bien vienen estas palabras para el tiempo presente! No hay más dioses. El Dios verdadero es el Dios único y Señor. Hoy, nuestra mente, nuestro corazón andan a la deriva, buscando y adorando dioses falsos que esclavizan. Ya no escuchamos al Dios único y Señor, sino que escuchamos a los ídolos y a sus doctrinas. Nadie puede adorar a dos señores. El cristiano que de verdad ama a Dios no puede tener el corazón dividido. Hay que volver a escuchar a Dios, a volverlo a poner en nuestras vidas. Esta es la tarea urgente: volver a descubrir su presencia entre nosotros y su amor a los hombres. Amarlo con todo el corazón es rechazar todo lo que se opone a Dios, a su amor, a su Reino. Los dos mandamientos son inseparables. Además, el escriba añade: amar a Dios y al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. También es una respuesta válida para el cristiano. Por supuesto que se llega a Dios por el culto, las ofrendas, las peregrinaciones, sacrificios, etc. Pero el mejor camino para llegar a él es el amor al prójimo, al pobre, al desamparado. Los dos mandamientos forman una unidad. Los une el amor. No los separemos. Abramos nuestra vida, nuestros corazones, a la escucha atenta de lo que Dios nos dice cada domingo en su Palabra. Los mandamientos comienzan por escuchar y abrirse a Dios. Feliz y bendecido domingo.

Fr. Jacinto Anaya, oar

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