La Sagrada Familia

En este domingo después de Navidad y último del año celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, José , María y el Niño. Descubrimos la familia como lugar de la revelación de la obra de Dios, como camino para darse a conocer, para encontrarse con la humanidad. Los primeros que fueron a Belén, los pastores, encontraron a María, José y el Niño, es decir, encontraron una familia. Esta familia seguía el plan trazado por el Altísimo. La familia se convierte así en un icono, una imagen de Dios que es familia, que es Trinidad. En Nazaret, junto a María y José, el Niño crecía en sabiduría, en estatura y en gracia.

El relato del evangelio de este domingo nos muestra el pasaje de la peregrinación de la familia a Jerusalén, al Templo. Una familia religiosa, fiel cumplidora de la ley de Dios. Jesús ha llegado a la mayoría de edad. Ahora la ley le obliga a peregrinar a Jerusalén como persona mayor. Otros años han acudido José y María. Hoy es toda la familia la que acude a Jerusalén por la Pascua. En esos días, los maestros y rabinos se dedicaban a enseñar, a instruir a los diversos grupos que se daban cita en los atrios del templo. Jesús se queda tres días sin que lo supieran sus padres. Ellos lo buscan y lo encuentran en el templo, rodeado de los doctores y preguntando. Son tres días de búsqueda. Estos personajes, esta familia de Nazaret, tiene muchas cosas que enseñarnos y debemos aprender.

Jesús comienza a demostrar que él es libre, que por encima de la familia en la que se ha criado está el Padre Dios. Para María y José debieron sonar fuertes las palabras de Jesús. ¿Por qué me buscabais? ¿Es que no sabíais que yo… Sí, seguro que sabían, pero había que recordárselo. Tuvieron que ir aprendiendo en su camino de fe. Hoy, más que nunca, debemos recuperar el valor de la familia como la célula viva de la sociedad, como primera escuela educadora en la fe, en la responsabilidad civil, en el respeto, en el amor al trabajo, etc.

San Pablo nos da la clave, en la segunda lectura, de lo que debe ser la familia cristiana: revestirse de misericordia, de bondad, de humildad, dulzura, comprensión y perdón. Por encima de todo, el amor que es el que hace posible la unidad. Enseñarse unos a otros, perdonarse, corregirse. Todo esto unido a la acción de gracias a Dios Padre.

Que el silencio de José, hombre justo, y el ejemplo de María, que conservaba todo en su corazón, nos hagan entrar en el misterio pleno de fe y de humanidad de la Sagrada Familia. Deseamos que todas las familias cristianas vivan en la presencia de Dios con el mismo amor y con la misma alegría de la familia de Jesús, María y José. Hay que volver a poner a Dios en la familia, unida por el sacramento, por la Palabra, por el amor. Buscar y encontrar a Jesús si lo hemos perdido. Ocuparnos en las cosas de Dios, guardar en el corazón el gran tesoro de la fe y de la esperanza.

Fr. Jacinto Anaya, oar

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