Auméntanos la fe – Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

El tema central de la liturgia de la palabra de este domingo es la FE. Muchas veces hemos escuchado esta afirmación: fe es creer en lo que no se ve. Creer es fiarse, es confiar, pero ¿fiarse de quién o confiar en quién? Decía Ratzinger que la fe es agarrarse de la mano de alguien que sabemos es más fuerte y poderoso que yo y permanecer unido a él. El otro día, en un camino del pueblo, una persona se puso a hablar conmigo y me dijo que era creyente pero que no era practicante, que ella creía en algo. Resalto lo de “algo”. La fe no es creer en algo, no se sabe muy bien qué, sino creer en una persona, en Cristo Jesús, vivo y presente, Hijo de Dios, Salvador. La fe es fiarse de ese Dios Padre, confiar en él pase lo que pase.

Los discípulos del evangelio tenían una fe muy débil, estaban con Jesús, pero dudaban al menor de los contratiempos. Jesús les dirá: “hombres de poca fe”, ¿por qué dudáis? Algunos pierden la fe, la poca fe, cuando Dios no les concede lo que le piden. Es una fe tan pequeña y débil como la semilla de un grano de mostaza. Si tuvierais fe como un grano de mostaza… es decir, si de verdad creyéramos, podríamos hacer realidad lo que parece imposible. Con fe todo es posible, amar a pesar de todo, perdonar, trabajar por la paz… Pero para creer necesitamos reconocer que la fe es un don de Dios, que hay que pedir y hacer crecer. La humildad, dice el evangelio, es reconocer que somos siervos, que no somos señores ni dueños, que estamos al servicio de Dios. Somos servidores suyos y sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer. Con la fe renacería la justicia, el mundo sería diferente. ¿Qué falta? Ser transmisores de la fe. Esta es la tarea. Para eso viene muy bien la súplica de los apóstoles: “Auméntanos la fe”. Que cada día sepamos valorar este don de la fe y, al mismo tiempo, cuidarla como un gran tesoro. La fe es la luz que necesitamos par alumbrar el camino. Creer no nos quita nada, al contrario, nos da el sentido de la vida y la esperanza en el Dios que no defrauda. Feliz domingo.

Fr. Jacinto Anaya, oar

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