Tiempo de volver a Dios – Domingo I de Cuaresma

Hemos comenzado el tiempo de la cuaresma, tiempo de gracia, tiempo de preparación para la gran celebración de la Pascua, el centro de todo el año litúrgico. Son cuarenta días que nos recuerdan los cuarenta años en el desierto del pueblo de Israel camino de la libertad y los cuarenta días de Jesús en el desierto preparándose para la misión del reino. En este año jubilar se nos pide “caminar juntos en la esperanza”. Caminar, porque lo nuestro, lo del cristiano, es ser peregrino, caminante hacia el encuentro con Dios y con el otro. Se nos pide caminar juntos, no individualmente, sino con los demás, como pueblo. Se nos pide caminar juntos en esperanza, porque es la esperanza la que nos debe mover, es decir, la confianza en el Señor que camina también con nosotros.

La cuaresma no es un tiempo de tristeza. No es un tiempo de caras largas, de esconderse, de dejar de sonreír. Es un tiempo en el que se nos pide volver. ¿A dónde? Volver a Dios, volver a la pregunta sobre Dios, volver a unirnos con él. Debe ser un tiempo de buscar el hombre interior, de mirarnos hacia dentro. La sociedad, el mundo de hoy, nos pide en todo momento vivir fuera, buscar fuera, no detenernos en el goce y en el vivir a tope. Desde hace mucho tiempo somos incapaces de hacer silencio, de mirarnos con calma, con serenidad. Decía san Agustín: no quieras ir fuera, entra dentro de ti. Volver al hombre espiritual, al hombre que descubre que de Dios venimos y a Dios vamos. “Despierte el alma dormida”, decía Jorge Manrique. Esta es la tarea: despertar y vivir como hijos de Dios.

Jesús nos enseña este domingo a vencer la tentación. La tentación de pensar que sólo de pan vive el hombre, es decir, de lo material. Necesitamos el alimento de la Palabra para dirigir la vida. Este es el verdadero alimento. Nos enseña a no dejarnos engañar por el demonio que ofrece poder. Solo el Señor es nuestra fuerza y a él sólo hay que adorar. Alejarnos de los ídolos falsos fabricados por el hombre. Nos enseña a no tentar a Dios pidiendo gloria, milagros y acciones extraordinarias. Cuaresma, en definitiva, es entrar en el desierto de la vida y descubrir que nuestra vida es un caminar juntos en la esperanza, reconciliados con Dios y con los hermanos. Bendecida y provechosa cuaresma.

Fr. Jacinto Anaya, oar

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