Seguimos en el camino del adviento, encendemos la cuarta vela, dejamos en la ribera del Jordán a Juan bautizando y llamando a la conversión. Hoy entra en escena María, la elegida para ser la madre del Mesías. Dios va conduciendo la historia de su pueblo, preparando todo para el momento culminante. Ese momento ha llegado. María ha recibido el mensaje de parte de Dios. El ángel ha resuelto sus dudas. María acepta el encargo, la misión, sabiendo de las dificultades, pero creyendo la palabra. Ella se ha convertido en la esclava del Señor. Y se pone en camino para la misión. Es hora de ir a visitar a su prima que necesita de su ayuda. Dice San Lucas que fue a prisa, sin demora alguna. Es que las cosas de Dios no pueden esperar, no le podemos decir “más tarde”. Nos ponemos en camino con María para ir al encuentro de quien necesita ayuda. María acompaña a su prima, ayuda, trabaja, limpia, arregla la casa… Hay que acompañar a los demás. Los hombres del mundo, sobre todo los mayores, necesitan la compañía, la cercanía y el cariño.
Se produce el encuentro de estas dos mujeres, las dos portadoras de vida. La vida es, en primer lugar, un don exclusivo de Dios. Las dos mujeres han escuchado a Dios y la Palabra hace posible lo que parece imposible. Escucha atenta y obediencia al plan de Dios.
Dios elige lo pequeño, lo que no cuenta. Es tan grande que hasta puede hacerse pequeño. Elige a María, una doncella de Nazaret, un pueblo olvidado y no mencionado nunca en la Escritura. Elige Belén, la más pequeña de las ciudades de Judá. Este es el plan de Dios y se va cumpliendo.
Isabel le dice a María una de las bienaventuranzas más hermosas que se han dicho de ella: “Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. La fe de María es una total confianza en el Dios que le ha hablado. Ella sabe que el camino será difícil, pero sabe que lo que le ha dicho el Señor se cumplirá, Así se lo dice Isabel. María confía en la palabra y por eso será bendita entre todas las mujeres.
Falta poco para la Navidad. Es tiempo de ponernos en camino con María para servir, acompañar y ayudar. Es tiempo de volver a escuchar a Dios, recobrar la esperanza y confiar en él. Seremos dichosos como María escuchando y siempre en camino. Ven, Señor Jesús. Feliz domingo.
Fr. Jacinto Anaya, oar