Seguimos con Jesús el camino del discípulo. Es un camino nuevo, diferente, porque la comunidad de discípulos debe ser una comunidad de hermanos. En domingos anteriores, Jesús ha corregido las ideas o tradiciones, incluso leyes, sobre el matrimonio (el placer), las riquezas, los niños, etc. Hoy nos enseñará cómo se llega a ser grande y ser primero. ¿Qué nos vas a dar?
Esta es la petición que hacía Pedro el domingo pasado. En este domingo son los hermanos Santiago y Juan los que se acercan a Jesús para pedir un favor: sentarse el uno a su izquierda y el otro a su derecha, es decir, a ser los primeros. Jesús aprovecha para darles una lección que no han de olvidar: para ser primeros y grandes en el Reino hay que ser los últimos y más pequeños en la tierra. El deseo de poder no sólo lo tenían estos dos hermanos, sino que los otros discípulos lo deseaban de igual manera. En la comunidad cristiana no puede haber una carrera para ostentar poder y autoridad sobre los demás. Es fácil caer en la tentación del poder y la gloria. Es fácil caer en la tentación de estar por encima del otro y hacer esclavos. Jesús es el modelo. La primera lectura nos habla cómo el siervo de Yahvé cargó con nuestro crímenes, fue triturado por el sufrimiento. Cristo Jesús se rebajó haciéndose el último y el servidor de todos.
Mientras que el hombre quiere escalar y llegar a lo más alto hasta ocupar el lugar de Dios, Dios, que es el más grande, se hace el más pequeño. Este es el camino que nos enseñó Jesús. No es fácil entender esto del servicio y ser los últimos en una sociedad que busca honores y primeros puestos. Jesús, en la última cena, lavó los pies a los discípulos, se hizo esclavo por amor y pidió que los discípulos hicieran lo mismo: hacerse esclavos por amor. El camino del discípulo, del que ha escuchado la llamada del Maestro, pasará por el sacrificio, la cruz y dar la vida. Cristo eligió el camino de la ignominia, de la Cruz, del sufrimiento, para estar al lado de los que sufren.
Hoy recordamos en esta jornada del Domund a tantos hombres y mujeres que han entendido este mensaje de Jesús y van por esos mundos de Dios anunciando el amor y gastando la vida por el Reino. Son los que salen a los caminos e invitan a todos al banquete de la comunión y fraternidad. Todos servidores y todos misioneros.
Fr. Jacinto Anaya, oar